martes, 8 de febrero de 2011

Callado exilio




"Oh voz, única voz: todo el hueco del mar,
todo el hueco del mar no bastaría,
todo el hueco del cielo,
toda la cavidad de la hermosura
no bastaría para contenerte,
y aunque el hombre callara y este mundo se hundiera
oh majestad, tú nunca,
tú nunca cesarías de estar en todas partes,
porque te sobra el tiempo y el ser, única voz,
porque estás y no estás, y casi eres mi Dios,
y casi eres mi padre cuando estoy más oscuro."

                        (Gonzalo Rojas, 
Al silencio)



El silencio
aturde
se descarga de culpas
asesta heridas a mansalva,
se detiene en el vano de las puertas
opera en las fisuras de la memoria,
custodia rugosidades y lisura
de las imágenes perdidas
en los extravíos de la mente,
esos detalles del instante apenas percibidos.

Con gestos de abandono
ronda los bordes de los reductos de la historia
invade sus discursos, los hace caer
en molienda de dialéctica y de miedo,
tormenta de pinceladas rojas, amarillas y negras.

Témpano
que se parte y cae
sobre la callada verdad, 
iguana fascinada por la noche.

Piedad tardía que anda descalza
sin justicia ni amparo.
El grito sordo de una máscara
atraviesa las sombras del espejo,
el bullicio de la tarde lo devora.

Colores prófugos
del tiempo capturado en fragmentos,
momentos de redención efímera,
su duración depende
del reflejo de la luna 
sobre la superficie ocre de una hoja
guardada en cuadernos de la infancia.  

¿Entonces quién querrá irse de las palabras?
La estrategia es permanecer expectante
al acecho del nombre justo para cada cosa.
Por ahora
el silencio y su astuto cómplice
ganan el juego 
caen
y se levantan 
desde el sueño 
para empezar de nuevo con cada despertar.




Texto y fotografía © Rafael Gabino Britez. Todos los derechos reservados. 


  

sábado, 22 de enero de 2011

Una versión del tiempo

La tarde se despliega, 
crepita, 
arde,
incendia la habitacíon del deseo,
apenas guarda un sitio 
para las despedidas. 

Algo quieren decir esos árboles quietos
sobre nuestra historia,
¿Ya jamás haremos la revolución 
que queríamos?
¿Eso dicen?
¿Esos visitantes que allí se acercan
envueltos en sus ropajes de celebración
escucharán los relatos?
¿Se permitirán la pausa necesaria?

Acertar con las preguntas justas,
la clave con que se juega nuestra suerte.

Sabemos pocas cosas, 
ínfimas certezas
flotando en la oscuridad:
No hay verdugo inocente,
los justos siempre pagan
hasta lo que no deben,
el último profeta murió
cuando caía la noche al borde del camino
algunos días están marcados 
en el calendario
para la traición,
habrá fechas de derrota, 
olvido,
esperanza, 
rabia.

Hay instantes en que el ángel del tiempo
quiere detenerse a descansar
aliviarse un poco de la carga que sostiene 
desde siempre

(magnitud inenarrable de huracanes negros
y soles alineados sobre mares en llamas
horror apenas vislumbrado por los primeros hombres)

entonces se agita y urde sus trucos
deja marcas
un grito en la noche
un beso
un temblor de luna en el agua
(un abrazo)
un brillo
una descarga 
la visión de Eisenstein
en las escalinatas de Odessa.

Una pluma de sus alas
flota, no termina de caer
entre el sonido y la furia
roza nuestra memoria
con una chispa de eternidad
                                         se desvanece
                 vive en nosotros 
                                         durante un pestañeo.




Texto y fotografía © Rafael Gabino Britez. Todos los derechos reservados.