sábado, 22 de enero de 2011

Una versión del tiempo

La tarde se despliega, 
crepita, 
arde,
incendia la habitacíon del deseo,
apenas guarda un sitio 
para las despedidas. 

Algo quieren decir esos árboles quietos
sobre nuestra historia,
¿Ya jamás haremos la revolución 
que queríamos?
¿Eso dicen?
¿Esos visitantes que allí se acercan
envueltos en sus ropajes de celebración
escucharán los relatos?
¿Se permitirán la pausa necesaria?

Acertar con las preguntas justas,
la clave con que se juega nuestra suerte.

Sabemos pocas cosas, 
ínfimas certezas
flotando en la oscuridad:
No hay verdugo inocente,
los justos siempre pagan
hasta lo que no deben,
el último profeta murió
cuando caía la noche al borde del camino
algunos días están marcados 
en el calendario
para la traición,
habrá fechas de derrota, 
olvido,
esperanza, 
rabia.

Hay instantes en que el ángel del tiempo
quiere detenerse a descansar
aliviarse un poco de la carga que sostiene 
desde siempre

(magnitud inenarrable de huracanes negros
y soles alineados sobre mares en llamas
horror apenas vislumbrado por los primeros hombres)

entonces se agita y urde sus trucos
deja marcas
un grito en la noche
un beso
un temblor de luna en el agua
(un abrazo)
un brillo
una descarga 
la visión de Eisenstein
en las escalinatas de Odessa.

Una pluma de sus alas
flota, no termina de caer
entre el sonido y la furia
roza nuestra memoria
con una chispa de eternidad
                                         se desvanece
                 vive en nosotros 
                                         durante un pestañeo.




Texto y fotografía © Rafael Gabino Britez. Todos los derechos reservados.